miércoles, 4 de marzo de 2015



Una campesina y su hijo volvían de segar unos campos. Era un día de mucho calor. De pronto, la mujer vio en el suelo una herradura y le dijo al niño:

- Pedro, coge esa herradura y guárdala.
A Pedro no le apetecía agacharse y contestó:
- Madre, ese pedazo de hierro no vale nada. Dejésmolo.
Y siguió andando.
La madre se agachó sin decir ni media palabra, recogió la herradura y se la guardó en el bolsillo.

Al cabo de un rato, los caminantes se cruzaron en el camino con un herrero. Se detuvieron a hablar con él y la campesina le contó que había encontrado una herradura. El hombre propuso comprarla, la pagó y se alejó.

Poco después, la campesina y su hijo se encontraron con una vendedora de frutas. La mujer llevaba un gran cesto de cerezas que pensaba vender en el pueblo más próximo. La campesina sacó el dinero que le habían dado por la herradura y le compró una bolsa de cerezas.

La madre y el hijo siguieron caminando. El calor apretaba y en el camino no había ni una fuente ni un manantial donde poder calmar la sed.     

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