El consentimiento británico para el uso del arma había sido dado el 4 de julio, antes de que tuviera lugar la prueba. La decisión estaba en el Presidente Truman, que era quien tenía el arma; pero yo nunca dudé de lo que sucedería (...). Permanece el hecho histórico (...) de que la decisión de usar o no usar la bomba atómica para forzar la rendición del Japón no fue nunca una cuestión. Hubo alrededor de nuestra mesa un acuerdo unánime, automático u fuera de duda; ni tampoco oí nunca la menor sugerencia de que deberíamos proceder de otro modo".
Winston Churchill.
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